sábado, 16 de marzo de 2013

Relanzamiento de la novela en Amazon


El pasado 2 de marzo finalizó el período de suscripción de la novela al Programa KDP Select. Me fijé el día 7 como fecha límite para cerrar la etapa de experimentación. El broche sería la salida de una Segunda Edición de Identidad. Lo tenía todo dispuesto hasta que pensé: ¿por qué no aprovecho y le quito el DRM?


He aquí las novedades que encontrarás en la nueva edición, y un breve repaso a la actividad frenética de esos días. Vayamos de afuera hacia adentro.

El precio

En noviembre de 2012 resolví el dilema recurriendo a mi altura en metros (1'84 metros = 1'84 euros). Desde entonces estuve observando el funcionamiento de la tienda de Amazon Kindle y extraje dos conclusiones. La primera, que la obra de un autor desconocido arranca con dificultad si su precio supera el euro. Hablo siempre de un autoeditor novel que no invierte un céntimo en campañas de publicidad. La segunda, que aunque seas un autor conocido vendes más si el precio de tu obra no supera el euro. O no demasiado.

Conclusión: relanzamiento a 0'98 euros. Claro que cuando quise cambiar el precio me encontré con un problema: había olvidado un pequeño detalle. El proceso de fijar el precio de venta consta de dos pasos. En primer lugar el autor lo cifra en dólares y el sistema calcula de forma automática la equivalencia en otras divisas. En segundo lugar, a ese precio base el sistema le suma un porcentaje de impuestos. Este segundo paso es el que no recordaba, y por más que ajustaba el precio a 0'98 euros, la obra salía a la venta con un precio superior. Tardé un día en comprender en qué había fallado.

Un precio inferior a un euro no es ni una vergüenza ni una característica que destaque a mi novela sobre el resto. Simplemente entro a competir en un mercado donde autoeditores más experimentados venden sus obras a menos de un euro. El precio inferior al euro es por tanto garantía de nada, aunque un todo si quieres entrar a competir en un mercado que ya tiene sus condiciones. O sus tendencias.

La portada

Es otro de los elementos que más quebraderos de cabeza me ha dado. La renovación me ha llevado mucho tiempo durante el mes de febrero aunque, todo hay que decirlo, he disfrutado mucho experimentando. Ya en enero había cambiado la primera portada que colgué en noviembre.

Esta indefinición no sólo refleja mi falta de experiencia. También, honestamente, la necesidad de superarme y ofrecer lo mejor de mi mismo.

La sinopsis

No recuerdo las veces que la he retocado. Ensayo y error hasta hallar la siguiente receta: presentar algún personaje, pincelar la historia y generar en el lector potencial la curiosidad de saber qué pasa. También he descubierto un ingrediente secreto mucho más importante: no jugar con las expectativas o, lo que es lo mismo, ofrecer en la sinopsis exactamente lo que hay dentro del libro. La obra debe hablar por si sola.

Las primeras versiones de la sinopsis eran bastante largas, un resumen casi. Cometí el error de pensar como autor y no como lector. Ahora entiendo que si alguien se para a leer la sinopsis de Identidad es porque le gusta el género, o quizás porque quiera saber qué pasa en la ciudad de Granada. De este modo, si lo atosigo con nombres de personajes, planetas y especies extraterrestres, lo que voy a hacer es generarle ansiedad y la sensación de que la obra es muy compleja. No tiene sentido mencionar en cuatro párrafos lo que sucede en más de doscientas páginas.

Mayor número de capítulos

La primera versión de Identidad constaba de nueve capítulos. Esa división respondía en cierto modo al desarrollo temporal de los acontecimientos: una mañana, una tarde, un día en el que todo sucedía de una forma determinada.

Los lectores con los que he conversado coinciden en lo mismo: Identidad se lee volando. Pero algunos me comentan que si interrumpían la lectura uno o dos días, tenían problemas para volver a engancharse. Sencillamente perdían el hilo. Eso hizo que me planteara dos cuestiones: hasta qué punto yo era el causante de eso y, mucho más importante, qué hacer para remediarlo o evitarlo. Pronto entendí que la longitud de los capítulos podía tener buena parte de la culpa, y es que al final de algunos días no tenemos ni ganas ni tiempo para leer treinta o cuarenta páginas. Pero, ¿y si sólo fueran quince o veinte? Con un volumen así sería fácil planificar el tiempo, porque si sabemos de antemano cuánto nos va a llevar leer un capítulo sabremos lo más importante de todo: a qué hora estaremos planchando orejas.

Como resultado de esta reflexión he incrementado el número de capítulos. Han pasado de nueve a diecinueve. El contenido es el mismo, pero ahora el lector tiene total flexibilidad para elegir si leer uno, dos o tres al día en función del tiempo de que disponga. Estoy abierto a cualquier sugerencia.

Nueva revisión del texto

Lo he vuelto a hacer. Es superior a mis fuerzas. Siempre hay expresiones o frases mejorables, palabras que sobran, agilidad que falta o errores que el Open Office no detecta. Me tiene frito el tío. A veces pienso que lo hace a posta. Nunca me ha pasado algo similar sobre el papel.

No podía dejar pasar la oportunidad de darle otra vuelta. Habrá quien lo considere una pérdida de tiempo, pero nada más lejos. Quiero ofrecer la máxima calidad posible, lo que significa coger frases que escribí hace años y expresarlas tal y como lo haría en la actualidad. No me vale con ofrecerle al lector algo que hice, dije, pensé o escribí hace tiempo. No. Sigo creyendo en ello y quiero que lo sepa.

Reconozco que había pasajes en los cuales abordaba tantas ideas que al final unas se superponían a otras. O se negaban entre sí. Y esto es algo que dificulta lo más importante: la comprensión del mensaje. A veces uno se pierde en su propia madeja, y no me avergüenza decir que tuve que volver a corregirme a mi mismo. Y sí: es diez mil millones de veces más aburrido que corregir el trabajo de otra persona.

No es fácil aprender a manejar un bisturí. Muchas personas piensan con toda la razón del mundo que todo autor debería recurrir a un corrector y/o editor profesional. Lo que pasa es que eso significa perder la oportunidad de conocerse mejor a uno mismo. Esas madejas literarias son un reflejo de cómo somos en el día a día, y al leerlas he comprendido que en algunas ocasiones tengo problemas para expresar mi postura de forma que el interlocutor entienda lo que quiero decir. No puedo echarle toda la culpa al Open Office, aunque es verdad que me la juega demasiadas veces.

Eliminación del DRM

En la entrada anterior decía que la respuesta del equipo de Amazon KDP fue muy clara. Tenía que eliminar la publicación y volver a subir la obra. Reconozco que tuve la tentación de preguntarles cómo se elimina una publicación, porque no veía ninguna opción clara en el panel. Pero la había. En Biblioteca, seleccionas la obra y eliges "Anular Publicación". Lo que pasa es al hacerlo la opción Anular Publicación no vuelve a aparecer, y como la anulación tarda unas horas en hacerse efectiva me confundí un poco. No sabía si lo estaba haciendo bien. Pero sí.

Al cabo de las horas (12 aproximadamente), la antigua versión de la novela apareció en la Biblioteca como borrador. Sólo quedaba elegir la opción “Agregue un nuevo título” y subir la segunda edición de Identidad. Mis datos personales no se habían borrado, pero es evidente que al ser un ”nuevo título” tuve que Editar todos los detalles del libro.

Conclusiones

El deseo de mejorar la calidad de la obra y ofrecer una experiencia diferente, una lectura más ágil y amena, me ha llevado a retocar algunos aspectos de Identidad. En medio de este maremagnum, de esta tierra ignota, de esta aventura y apuesta personal que es la autoedición de La Séptima Fase, he entendido el auténtico alcance de una frase muy simple: el objetivo de una obra es llegar a los lectores, ser leída.

No sólo soy autor, también lector, y como tal, a la hora de acceder a un libro valoro cosas como el fácil acceso, la sensación de que he acertado con la compra, que no me han engañado, que he aprovechado el tiempo, que he experimentado sensaciones nuevas y emocionantes o algunas que ya tenía olvidadas; que he conocido lugares, personajes y situaciones que me enriquecen como persona y quizás, sólo quizás, que me ayudan a conocerme mejor a mi mismo y a todo lo que me rodea.

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